Proyecto Icebreaker es, así como suena, una movida de los bancos centrales de Israel, Noruega y Suecia, en colaboración con el Banco de Pagos Internacionales (BIS), para poner a prueba el uso de monedas digitales (CBDC) en pagos internacionales. ¡Y no es cualquier prueba! La idea es ver si con esta red internacional se puede pagar entre países en un abrir y cerrar de ojos y sin el dineral que cuesta ahora. Vamos, que están metidos en el ajo para que transferir dinero al otro lado del charco sea tan fácil como mandar un mensaje de texto.
Imagínate: ahora mismo, si alguien quiere hacer un pago en otra moneda, eso de elegir la tasa de cambio es misión imposible. Las tarifas las manejan cuatro gatos que tienen la sartén por el mango. Pero en el Proyecto Icebreaker, todos los proveedores de cambio ofrecen sus tarifas al centro del sistema, y este elige la más barata. Así que, ¡guay!, el usuario sale ganando sin que le claven en comisiones.
Lo curioso es el “modelo hub-and-spoke”, un sistema en el que cada banco central lleva su rollo en casa y solo se conecta a un “hub” para los pagos cruzados. Y no te líes, que esto significa menos intermediarios, menos lío y transacciones al instante. ¡Qué pasada! De hecho, hasta usan monedas “puente” en caso de que una moneda no tenga suficiente demanda para el intercambio. Esto abarata más el proceso y evita que haya falta de liquidez.
¡Madre mía! Este Proyecto Icebreaker es un jaleo, pero la mar de interesante. Imagínate que el objetivo es crear una autopista para transferencias internacionales usando monedas digitales de bancos centrales (CBDC) sin las idas y venidas típicas entre bancos y sus comisiones de escándalo. Con este sistema, las monedas digitales no necesitan cruzar fronteras; en vez de eso, cada banco central se conecta a un «hub» en el que se hace el cambio de divisas automáticamente al mejor precio. ¡En menos que canta un gallo!
Bank for International Settlements
Para países con economías pequeñitas, como Israel, esto les viene como anillo al dedo. Pero claro, no todo es color de rosa. Quedan cosillas por resolver: seguridad, integridad de datos y, sobre todo, que cada banco central puede diseñar su propia moneda digital sin perder control ni autonomía. La movida es que estos primeros experimentos como Icebreaker sirvan para que otros bancos vean las orejas al lobo y se animen a probarlo también. Así que nada, de aquí a unos años igual hasta podemos mandar dinero a cualquier parte en un abrir y cerrar de ojos.